- Elizabeth Camaño
- 21 oct 2022
- 1 Min. de lectura
No hay nada más gratificante que una persona que se deje guiar y que rinda su vida a Dios y esa fue mi mamá.
Una mujer valiente y esforzada temerosa de Dios, desde que tengo uso de razón recuerdo como se esforzaba siempre por agradarlo a él.
Apesar de sus luchas y procesos siempre se mantuvo conectada a Dios. Fue mi mejor ejemplo.
Ella dejó todo en orden porque me capacitó hasta el punto de formarme para ser lo que soy hoy. Aúnque no fue con besos y abrazos; sino con regaños y maltratos. Pero era su forma de demostrarme su amor.
Siempre estuvo pendiente de mi (al extremo) y aún en sus últimas horas me arreglo (me dijo; arreglate el cuello de la camisa). Cuando nos despedimos me dijo vamos a orar y es la hora y no recuerdo lo que oramos. Fue algo Espiritual.
Cada uno de los días fueron difíciles, 28 años tratando de entender porque Dios me había puesto una mamá con un temperamento tan fuerte. Hoy lo entiendo. Todo fue plan de Dios. Ella fue mi mejor maestra para cambiar mi forma de ser y mi manera de pensar.
Me enseñó a amar a Dios y a cocinar con su sason. Me enseño a como hacer y NO hacer las cosas.
La mejor herencia de un padre es enseñarle a su hijo a defenderse en la vida cuando ellos no estén. Y eso lo hizo mi mamá.
¡Te extraño mamá! Pero se que ahora estás en un mejor lugar.
Aprende a procesar los maltratos y regaños porque si Dios lo está permitiendo sin tu buscarlos, es porque te van a cambiar a ti.
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